miércoles, 27 de febrero de 2013

So long as we are together, so long as we are, so long...

No puedes dejar algo atrás si no te pertenece, es como las resacas, no las de haber bebido más alcohol de la cuenta, las otras, las que te aplastan contra la cama un domingo por la mañana al recordar lo visto y oído la noche anterior, esas para las que no vale con agua y un ibuprofeno, pero no es esto de lo que quería hablar, el tema es que no puedes sacar a alguien de tu vida si no quiere irse, que no puedes evitar sonreír si una mañana te despiertan con una foto que no dice más que un “me acuerdo de ti”

Y es que hay cosas para las que nunca será el momento y eso sólo hace que se vuelvan eternas.

Después de 27 años no tengo muy claro si el amor existe pero lo que sí que tengo claro es que no se puede definir y si os soy sincera, para mí la monogamia de los pingüinos está sobrevalorada.

Alguien me dijo el otro día que quizá por mirar muy alto y muy lejos no veía lo que tengo cerca. Supongo que lo perfecto es verlo todo, es saber que cada uno ocupa su lugar y qué lugar ocupan. No me parece una locura querer a más de una persona a la vez, en ese lío ya se encargan de poner orden las prioridades, esa es una idea, ideas hay muchas, cada uno tiene las suyas y quizá esté equivocada, puede que mire muy alto y muy lejos o puede que tenga razón, puede que los pingüinos miren tan bajo y tan cerca y que no vean lo está lejos…

lunes, 12 de noviembre de 2012

Todo duele menos al escribirlo...

Puedes caerte, destrozarte una pierna, partirte la tibia en tres partes y dejarte la piel en carne viva, eso sangra y duele mucho.

Ahora bien, puedes levantarte un día de agosto, tener la sensación de que van a cambiar las cosas y que tu estúpida mente decida que no hay forma posible de que vayan a peor, pero al final, contra toda lógica te acabas estampando de bruces contra una realidad que nunca te había dado por pensar, y no te partes nada en tres partes, y tu piel huele a piña y granadina y está exactamente igual que en el momento que saliste de casa. La herida en cambio está muy por debajo de esa piel y duele tanto que desearías estar despeñándote por una roca en lugar de sentada en las escaleras de tu casa, fumándote el último cigarro del paquete, el tabaco siempre se acaba en el peor momento.

El sangrar es otro tema, esas heridas cada uno las sangra como puede, hay quien come compulsivamente como si estuviera acumulando reservas por si llega el fin del mundo, hay quien da golpes a un saco de boxeo en un gimnasio y también hay quien sangra en tinta negra sobre un folio en blanco.

Lo que está claro es que no hay pastillas que te alivien el dolor ni puedes poner una venda, tumbarte en la cama y esperar que el sueño venga a buscarte sin pensar más en ello.
Esas heridas son las que te causa la gente y seamos realistas todos las hemos causado alguna vez, simplemente que mientras algunos intentan hacer el menor destrozo posible, otros arrasan con todo…

Esos instantes son en los que realmente escuchas el silencio, un horrible silencio y en la cabeza visualizas el momento exacto en el que dejaste que esto llegara a donde está, ese momento puede haber sucedido de muchas maneras, en este caso digamos que fue una elección, quizá lo que retumba no es que te hicieran elegir, ni quien te hizo elegir, es lo que elegiste, la estúpida elección y todo lo sucedido detrás de ella.

Y el caso es que siempre hay que arrepentirse de lo hecho y para atrás ni para coger impulso pero como algún día inventen una máquina del tiempo, muchos volveríamos a esos momentos y cambiaríamos nuestra herida por dejar un ojo morado, yo al menos sí.

Y ahora coged un trapo y pasadlo por la pantalla, esto se quita, solo es sangre…

viernes, 3 de agosto de 2012

London Calling...


Se encontraron en el aeropuerto, ella en minifalda y tacones, como manda la Haya, él apoyado en un descapotable negro y con un pitillo en la boca. Uno de esos momentos en los que si hay una fuga de gas cerca, todo hubiese saltado por los aires.
Se montó en el coche y le susurró algo al oído, en otro idioma, quizá era en esquimal, una mirada adorable y unos bonitos ojos verdes, no fue necesario decir nada más.

Se dirigieron al hotel, una habitación normal, una cama, con unas sabanas negras demasiado bien planchadas, una mesa y muchas paredes, se vació los bolsillos y dejó el Zippo en la mesita, en la de la izquierda, en algún momento sería necesario, o no.

Encendió la radio, justo en ese momento comenzaba  “London Calling” suena mucho últimamente ¿Casualidad? Serán las olimpiadas…

martes, 24 de julio de 2012

Tarde es tarde...


Se sentaba cada mañana en el mismo banco de aquel parque, le gustaba ver pasar a la gente, ver sus caras e imaginar sus vidas.

Así, decidió, que la chica que cada mañana corría con cara de sueño, en realidad sólo lo hacía para poder sudar todo el asco que le causaba la saliva de las bocas a las que tenía que satisfacer en aquel tugurio, situado en la otra punta de la ciudad, en el que perdía, cada noche,  la belleza, la inocencia y la juventud.

También imaginaba que el señor con el sombrero, que paseaba a aquel anciano perro pulgoso, en realidad sólo lo utilizaba para huir un rato cada día de aquella vida cargada de decepciones y mentiras, tratando, en esos paseos en círculo alrededor de la laguna, olvidar la desesperación que le causaba el arrepentimiento de no haber vuelto a ese puerto de mar, a buscar al amor de su vida, cuando tuvo la ocasión hacerlo.

Y otro ejemplo, la mujer, entrada en años, tremendamente maquillada y cada día con una minifalda diferente, que dejaba a sus hijos en el colegio y a su marido ocupado, como siempre, con algún asunto importante, más importante que ella, y así llegaba al parque, cada mañana, con intención de recuperar los años perdidos entre pañales y biberones, encontrándose con aquel jovencito, que no debía tener más de 21 años y que se comía el mundo, más ahora que podía contar a sus amigos como engañaba a una cincuentona, que aún conservaba  el cuerpo de sus 25 y ellos, al oír esas historias, no podían disimular su envidia.

Imaginaba lo que sentían o pensaban cada día, por las caras con las que llegaban inventaba una nueva historia de lo que les había ocurrido el día anterior, siempre trágico.

Tenía mucho imaginación, también siempre supo que esas historias sólo eran eso, imaginación.

Hasta que un martes de octubre apareció, pensó que era de esas personas que por mera casualidad pasaban por el parque un día y nunca se las vuelve a ver por allí, trató de no darle mucha importancia, pero a la mañana siguiente, a la misma hora, ella estaba en ese mismo lugar otra vez y así durante cada día de esa semana y la siguiente y la siguiente…

Dejó de imaginar, ya no se preocupó más por el resto de los personajes de aquel extravagante cuento que su cabeza había formado a lo largo de los años.

Verla cada mañana comenzó a volverse una obsesión, nunca quiso imaginar su vida, no quería que sus macabras ideas estropearan aquel halo de pureza que la rodeaba pero, el motivo principal por el que no quería imaginarla, era que quería vivirla, ser parte de aquella vida.

Pasaron meses, sólo podía pensar la forma de hablarle y aquello no podía continuar así. Lo preparó todo, el martes de la semana siguiente fue el día elegido, se pasó toda la semana pensando como lo haría, le saludaría, le diría algo, le confesaría que llevaba meses  viéndola pasar por su lado y le invitaría a un café.  

Así, entre esos pensamientos la semana pasó rápidamente  llegó el gran día, no había podido dormir la noche anterior. Se arregló, mucho más de lo habitual y bajo a su banco a esperarla.

Los nervios le comían por dentro, las manos le sudaban y no estaba muy seguro de poder levantarse sin que sus piernas fallaran en el intento, ella llegó y en un alarde de valentía y decisión se levantó y comenzó a acercarse lentamente, entonces sucedió, el sonido de un disparo acabó de un plumazo con la tranquilidad del parque, sus nervios hicieron que no se diera cuenta de lo sucedido, para cuando fue consciente, ella le sostenía la mano y gritaba pidiendo ayuda, el disparo le había alcanzado, por la espalda, trató de decir algo pero no fue capaz.

Una patrulla de policía, que se encontraba en el lugar, había reducido al marido de la mujer de la minifalda, al que la ira y los celos habían cegado la razón, después de que alguien le confesara que su mujer se encontraba con su amante, alguien más joven, cada mañana en ese parque.

En ese tiempo él no pudo hacer nada más que mirarla y arrepentirse de no haberle hablado meses atrás, ahora no era capaz de articular palabra, con esa idea en su cabeza y su mirada fija en sus ojos, su cuerpo perdió las fuerzas.

La ambulancia llegó tarde, como él.

lunes, 23 de julio de 2012

Al fondo, a la izquierda...


Te sentaste en aquella mesa, tratando de buscar respuestas en el fondo del vaso de bourbon, ese nunca fue un buen lugar donde buscarlas, siempre suele servir sólo para encontrar más preguntas.

La respuesta la tienes enfrente, bajo la falda de la pelirroja que no te quita ojo desde la mesa del fondo.
No entiendes que no tiene sentido preguntarte el motivo por el que se marchó, mientras por el pasillo de tu casa siguen desfilando cada noche unas piernas diferentes a las de la noche anterior, con destino a tu cama.

Te la imaginas con otro, entre las sabanas negras y a la luz de las velas con las que decoraba su habitación, te imaginas como la toca, aprietas el vaso, casi a punto de romperlo, se te revuelve el estomago y te entran ganas de vomitar.

La pelirroja sigue mirándote, despejas tu mente clavando tu mirada en la suya, ahora ya se ha fijado en tus ojos verdes, tienes más de medio camino hecho.

Ella vuelve, te la imaginas gimiendo, susurrándole a ese desconocido palabras de amor al oído.

No puedes más, te levantas y caminas lentamente hacia la barra, tratando de borrar esa imagen de tu cabeza. Le pides un papel y un boli al camarero, escribes algo y se lo das, le dices que se lo lleve a la mesa, junto con otra copa de lo que sea eso rojo, como su pelo, que está tomando y ya que está, que a ti te rellene el vaso.

Mientras lo hace, te enciendes un cigarro y vuelves a recordarla, peinándose, frente al espejo del baño, diciendo algo sobre un viaje a Venecia, algo que nunca llegó a suceder. Las ganas de vomitar se vuelven insoportables, pero en ese momento la pelirroja ya está sentada a tu lado. Otra boca, una más.


Algún día encontraré la forma de que vuelva, piensas, antes de centrarte en otro escote, uno más. Comienza la función.

-Y tú, princesa ¿Cómo dices que te llamas?

martes, 19 de junio de 2012

El que busca, encuentra...


Lo dijo como si fuera normal, como si tan solo con pensarlo evitara las pesadillas que sufría desde que ella se había ido.
    -“Si vuelve, si cruza esa puerta alguna vez, voy a tener que matarla, no será una muerte dulce, le devolveré todo el dolor que ella me ha causado ¿Quién la echará de menos? No creo que haya dejado que nadie la quiera, no creo que tenga a nadie que no sea yo para preguntarse dónde están sus ojos verdes, y en ese momento, yo al fin los sabré, los tendré en las manos”
Estaba borracho, mucho, olía a una mezcla de alcohol, desamor y soledad, sentí pena por haberle encontrado así.
Le ayudé a quitarse la ropa y le metí en la cama.
Me fijé en sus manos, manos de pianista, como las mías, no pegaban con ese cuerpo rudo y esa voz ronca.
Trató de incorporarse y me miró fijamente.
    -“Te pareces a ella ¿Cómo ha acabado una princesa como tú en este lugar?” Me preguntó.
   -“Me fui del castillo en busca del dragón, los príncipes y las cosas de princesas siempre me han resultado muy aburridas.” Contesté
Sonrió, por su cara intuí que le había gustado mi respuesta.
Cerró los ojos y balbuceó algo como:
   -“Supongo que si te llamas Paloma, tarde o temprano echas a volar”
Al terminar esa frase se durmió, la cutre habitación de pensión de mala muerte quedó en silencio. Me levanté de la cama y encendí un cigarro, llevaba horas sin fumar.
Vi brillar algo en la mesita, era una alianza de boda, dentro se podía leer “Por y para. Paloma” debajo había una foto.
Me temblaban las manos al cogerla, era una mujer hermosa, entiendo que un hombre pueda perder la cabeza por ella ¿Dónde habría ido? ¿Dónde estará ahora?
Miré aquella foto durante horas, aquellos ojos verdes, los había heredado, al igual que el lunar junto a la boca.
Me preguntaba a quién habría abandonado primero, algo en mi interior me decía que a él, pero esas dudas las despejaría mañana.
Coloqué otra vez la foto en la mesita y me tumbé junto a mi padre. Había sido fácil encontrarle pero con ella creo que no íbamos a tener la misma suerte.

lunes, 18 de junio de 2012

No, no lo había más lejos...


La vida es tan simple que todo se resume a seguir respirando, lo complicado, lo hacía él, los no donde era un sí, las malas fechas, los cambios de planes.
Ella hacía tiempo que había asumido que en esa historia, lo único que podía hacer era eso, seguir respirando.
Lo había intentado todo para que el dejara entrever algo de lo que pensaba o sentía y después de muchos años, nada de lo que él hizo, se lo dejó claro.
Hizo muchos viajes en vano, le buscó y no le encontró tantas noches como si lo hizo y no sirvió para nada, ya había perdido la cuenta.
Consiguió mucho, pero en tan pequeñas dosis que sólo sirvieron de chincheta para clavarse en su corazón y conseguir que ahora, esté lleno de marcas.
Olvidarle, eso es lo que todo el mundo opinó siempre que debía hacer, pero lo que todo el mundo no sabía es que no es fácil olvidar a alguien que no quiere que le olvides, alguien que tiene la medida de la cuerda perfectamente calculada y que sabe el momento exacto y la fuerza con la que dar el tirón, si ve que te alejas demasiado.
Pero todo tiene un finar, él no había pensado en eso, creo que a día de hoy sigue sin pensarlo. No se puede querer eternamente y las cuerdas, con el tiempo, se desgastan y se rompen.
Sigue respirando y sabiendo que es todo lo que puede hacer, respirar, hagas lo que hagas, digas lo que digas, pero ya no está pendiente de escuchar lo que dices, ni ver lo que haces.
Está mirando por la ventana, fumando, piensa en ti, a veces todavía lo hace, pero lo que piensa ahora es que tienes razón, lejos, aunque te tuviera al lado, ya no puede estar más lejos...