lunes, 23 de julio de 2012

Al fondo, a la izquierda...


Te sentaste en aquella mesa, tratando de buscar respuestas en el fondo del vaso de bourbon, ese nunca fue un buen lugar donde buscarlas, siempre suele servir sólo para encontrar más preguntas.

La respuesta la tienes enfrente, bajo la falda de la pelirroja que no te quita ojo desde la mesa del fondo.
No entiendes que no tiene sentido preguntarte el motivo por el que se marchó, mientras por el pasillo de tu casa siguen desfilando cada noche unas piernas diferentes a las de la noche anterior, con destino a tu cama.

Te la imaginas con otro, entre las sabanas negras y a la luz de las velas con las que decoraba su habitación, te imaginas como la toca, aprietas el vaso, casi a punto de romperlo, se te revuelve el estomago y te entran ganas de vomitar.

La pelirroja sigue mirándote, despejas tu mente clavando tu mirada en la suya, ahora ya se ha fijado en tus ojos verdes, tienes más de medio camino hecho.

Ella vuelve, te la imaginas gimiendo, susurrándole a ese desconocido palabras de amor al oído.

No puedes más, te levantas y caminas lentamente hacia la barra, tratando de borrar esa imagen de tu cabeza. Le pides un papel y un boli al camarero, escribes algo y se lo das, le dices que se lo lleve a la mesa, junto con otra copa de lo que sea eso rojo, como su pelo, que está tomando y ya que está, que a ti te rellene el vaso.

Mientras lo hace, te enciendes un cigarro y vuelves a recordarla, peinándose, frente al espejo del baño, diciendo algo sobre un viaje a Venecia, algo que nunca llegó a suceder. Las ganas de vomitar se vuelven insoportables, pero en ese momento la pelirroja ya está sentada a tu lado. Otra boca, una más.


Algún día encontraré la forma de que vuelva, piensas, antes de centrarte en otro escote, uno más. Comienza la función.

-Y tú, princesa ¿Cómo dices que te llamas?

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